La ciudadanía hoy no se conforma con observar lo que sucede en su entorno, necesita entender, saber, opinar, aportar, decidir…Es tras este trasfondo de crisis del sistema político y de surgimiento de numerosos movimientos sociales, que toman relevancia conceptos como el de Open Government. Nos encontramos en un contexto de necesidades y expectativas ciudadanas no resueltas y de fracaso de las políticas y el sistema político tradicionales. La nuestra, es una sociedad marcada por wicked problems, problemas a los que la administración pública no ha sido capaz de dar respuesta y que, caracterizados por su complejidad, requieren de un abordaje innovador. Siendo la innovación la piedra angular, difícilmente puede dar una respuesta, como la que planteamos, una administración garantista y poco flexible.
El concepto Gobierno Abierto se encuentra íntimamente ligado a las presiones ciudadanas hacia una democracia abierta en la que se establecen mecanismos de transparencia, y espacios de participación y colaboración aprovechando las oportunidades que nos ofrecen las TIC.
El gobierno abierto es, por tanto, una evolución del actual sistema de gobierno hacia un modelo en el que la ciudadanía toma (o recupera) un papel central.
Es ineludible retornar este papel central a la ciudadanía si entendemos que la sociedad civil somos todos: Ciudadanía, organizaciones sociales, empresa privada, profesionales, y Administración. Y que es en esa sociedad civil donde es posible encontrar el mayor potencial innovador, la energía y el conocimiento.
No se trata únicamente de una transformación de la administración pública, es también un cambio de paradigma en la relación entre la administración pública, la ciudadanía, y los representantes políticos. Así, no sólo se transforma substancialmente el sector público, sino que también lo hace el vínculo con la ciudadanía que se orienta hacia la bidireccionalidad.
Colocar en el centro del sistema político los pilares del gobierno abierto (transparencia, participación y colaboración) implica dotar a los representantes políticos, la ciudadanía y los profesionales de la administración pública, de papeles notablemente diferentes. Y si los papeles cambian, también lo hacen el proceso político, la administración, la democracia y la sociedad.